El ansia por nébeda y su color, toda la espalda arqueada sin dolor. El salto y el juego, la risa y su fuego. El deseo que arda, el colmillo que muerda y los muertos que hablen.
Dos ojos son suficientes. Dos mordiscos también. Medio aullido. Y una piedra angular. Perdiendo pie en la nieve, a veces sin respirar. Nadie es mi nombre, siénteme llegar.